El pasado martes se presentó en la Casa de la Cultura el libro «Antonio» del escritor y pintor de Librilla, Antonio Soto Alcón.
El concejal de cultura, Antonio Merino junto al escritor calasparreño Pedro Antonio Martínez Robles, presentaron al autor y su nueva obra en una presentación que se convirtió en un interesante coloquio sobre el libro del autor y la literatura universal.
Antonio Soto Antonio Soto Alcón es un reconocido escritor y pintor murciano, nacido en Librilla. Su obra, como la de cualquier autor universal, trasciende nuestras fronteras y nuestro tiempo
para instalarse, como se instalan las obras fundamentales, de manera perdurable en los lectores de cualquier lugar y de cualquier época. Ha participado en diferentes grupos literarios y pictóricos, ofreciendo múltiples recitales y exposiciones, y tanto su poesía como su narrativa han aparecido en numerosas revistas y han
sido recogidas en diversas antologías.
Reseña del libro «Antonio» por Pedro Antonio Martínez Robles
En "Antonio", el lector no va encontrar una novela bajo el patrón clásico de este género narrativo; sino un relato muy original en el que, tomando como hilo conductor la mitología griega, aborda temas tan duros que podrían escandalizar a más de un lector por su crudeza; temas subyacentes, pero de una presencia y una realidad irrefutable, que muchos prefieren negar o cuando menos, no mencionar. Es, en definitiva, un relato atrevido, desinhibido, compuesto por doce capítulos que nos conducen desde "Eros", el origen del mundo, hasta Tánatos, el final.
"Yo soy el principio de la vida. Por mí los hombres aman y mueren. Yo extiendo mi veneno por sus cuerpos vigorosos y hambrientos de placer". Así empieza esta inquietante novela, en cuyo primer capítulo aborda el poder indiscutible que el amor, en su vertiente erótica, ejerce sobre los hombres. Pasión, dolor, amor y muerte se mezclan en estas primeras páginas en una búsqueda casi brutal e incontrolable del placer como eje que mueve el mundo en su visión más hedonista, único fin y fundamento de la vida.
En el segundo capítulo, "Helena", asistimos a la entrega de una madre a su hijo, no ya como un ser nacido de sus entrañas, sino que, seducida por los encantos varoniles de su vástago Antonio, sucumbe a su belleza, hasta caer en el más repulsivo de los pecados.
No es el objeto de estas líneas desvelar el contenido de la novela, pero sí creo oportuno mencionar que se trata de un relato en el que se aborda, con un importante sustrato poético, los temas tabúes que siempre se han tratado con temor y no poco rubor en la literatura. Todos los personajes que integran la novela acaban sufriendo las dramáticas consecuencias de la turbulencia pasional en que se ven envueltos, desde Helena, como madre arrastrada hacia los arrecifes por los encantos de Antonio -del mismo modo que lo fuera Ulises por el canto de las sirenas- hasta el propio Antonio, cuya belleza y fragilidad nos muestra la imagen mítica de Paris y las consecuencias que su hermosura le produjo. Sin obviar en el relato la importancia de Hugo, esposo y padre traicionado, arroyado por la desgracia que Lisandra -hija de Orestes de Éfeso- le predijera siendo un niño; ni a Eleonora, que en el despertar de su pubertad siente también una irresistible atracción por su hermano Antonio. O Sebastián, que encarna los sentimientos cainitas de la envidia y los más encarnizados deseos de destrucción hacia su propio hermano.
En esta singular novela, Antonio Soto da voz a cada personaje para que hablen, en sus monólogos, de su pasión y su tragedia.
Son muchos los autores que se han aventurado a escribir sobre temas tan controvertidos como el que Antonio Soto nos ofrece en este relato. Ya en el siglo II encontramos la novela pastoril de Longo de Lesbos, en la que puede percibirse una carga erótica importante, en la que dos niños, hallados en el bosque por un matrimonio, crecen juntos, y juntos descubren el amor y el erotismo; pero la concepción de estas pasiones en la cultura griega de esa época dista mucho de parecerse al concepto del amor y el erotismo que hoy se asienta en nuestra sociedad. En la mitología griega, se aceptaba con una naturalidad y unas libertades el juego amoroso difícil de aceptar y comprender en este tiempo. También encontramos en Shakespeare, solo por citar a un autor relevante del siglo XVI, el tratamiento de estos temas tabúes que muchos escritores se resisten a abordar y muchos lectores renuncian a leer. Ya más cerca de nuestra época, en 1928, David Herbert Lawrence escandalizó a la selecta sociedad londinense con su novela "El amante de Lady Chatterley", llegando a estar prohibida en el Reino Unido hasta que se permitió su publicación en 1960; y es, a mi juicio, una novela exquisita y muy recomendable. En este sentido, podríamos citar también la literatura de Henry Miller, en sus novelas de Trópico de Cáncer y Trópico de Capricornio, en las que trata de manera casi semi biográfica, sus experiencias sexuales; o podríamos hablar de la novela "El amante" de Marguerite Duras, o de "Lolita", de Vladimir Navokov, que trata sobre la relación de un pedófilo de cuarenta años con su hijastra de doce; e incluso de la novela "La muchacha de las bragas de oro", en la que Juan Marsé acaba inquietando al lector con la sugerencia de un posible incesto involuntario. También Almudena Grandes nos ofrece una visión erótica en su obra "Las edades de Lulú", en la que la protagonista, una adolescente de quince años, acaba teniendo sexo con su propio hermano. Estos temas, tratados en la literatura de todos los tiempos, pueden provocar distintas sensaciones en cada lector; pero, es sin duda, esa coraza de la fábula y la ficción con la que se protege el escritor, la que le permite narrar de manera desinhibida temas tan delicados como el que se aborda en las obras que acabo de citar.
Pero la novela que Antonio Soto nos trae aquí ahora, no es una novela erótica al uso tal y como podemos entenderla hoy, ni en su estructura ni en su tratamiento; es, más bien y a mi juicio, un ejercicio de erudición en el que, como ya he citado, sirviéndose de ciertos elementos que nos transportan a la mitología griega, nos ofrece una visión poética a la vez que descarnada de la tragedia que las pasiones humanas prohibidas pueden ocasionar en el ser humano. Es, en definitiva, un relato para la reflexión sin prejuicios.